Quedamos con unos amigos el puente de mayo para ir al Parque de Senda Viva (Navarra) y después nosotros nos organizamos para quedarnos por tierras navarras los dos días siguientes.
Senda Viva nos gustó mucho, la combinación entre naturaleza y atracciones hace que la visita sea muy amena y para todos los gustos. Todos disfrutamos, íbamos con niños de todas las edades y nos lo pasamos genial.
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La peque nos sorprendió, yo pensé que no iba a disfrutar el parque, que era muy pequeña, pero se lo pasó de maravilla. Con todos los animales alucinaba y nos reíamos sin parar con sus caras de asombro, ¡qué gozada!
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Acher se lo pasó también muy bien, aunque como siempre, tiene claro que las atracciones que más le gustan son las más tranquilas, sin alturas, ni velocidades, ni sustos!
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Acher se lo pasó también muy bien, aunque como siempre, tiene claro que las atracciones que más le gustan son las más tranquilas, sin alturas, ni velocidades, ni sustos!
El día fue intenso y lo disfrutamos, apuramos hasta última hora y nos quedamos a dormir en el mismo párking, que está permitido y nos pareció lo más cómodo.
Salir del parque, cenar y a dormir... ¡poco más!
Al día siguiente, ya recuperados, desayunamos tranquilamente y emprendimos viaje hacia la Sierra de Aralar, a Lekumberri, que habíamos mirado alguna excursión y cámping para estar allí, el Cámping Aralar.
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Llegamos al cámping, que había muy poquita gente y fue muy acogedor. Me encantó una salita que tenían para bebés, con cambiador, bañeras y algunos juguetes... ¡a los dos les encantó!
Nos organizamos, sin prisa, comimos y nos fuimos hacia Iribas para hacer una pequeña excursión por la tarde. Los peques, aunque estaba super cerca se quedaron dormidos en la furgo, así que por unanimidad decidimos que nosotros también nos echábamos la siesta... ¡qué bien nos sentó!
Una vez recuperados tras una magnífica siesta, empezamos la excursión por el Sendero del nacedero del Larraun, que me la recomendó una amiga y nos encantó. Luego nos dimos cuenta de que la hicimos en el sentido inverso, pero no tuvo importancia porque es un sendero circular de unos 5 kilómetros con escaso desnivel.
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El recorrido fue super tranquilo y acogedor, disfrutamos de la tranquiliad y de los colores.
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Cuando llevábamos un rato Acher se empezó a cansar y buscamos un aliciente que nos duró todo el camino... ¿quién encuentra primero la siguiente baliza? Así estuvimos, buscando balizas y marcas del sendero hasta que llegamos al nacimiento del río.
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En la bajada siguió con el mismo juego, pero él mismo se buscó otro... ¡charcos y barro!
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La vuelta fue por una pista más ancha que aunque para mí tenía menos encanto, con los peques lo agradecimos, porque empezaban a estar cansados y siempre encontrábamos algún aliciente que les llamaba la atención.
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La vuelta, entre búsqueda de balizas y charcos, se nos pasó muy rápida.
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Llegamos a Lekumberri, buscamos alguna panadería abierta, sábado a las ocho menos diez de la tarde, y al final... ¡la encontramos! ¡y abierta! Y qué suerte tuvimos, llegamos a la Panadería Galburu que estaba todo riquísimo, tengo especial atracción hacia las panaderías artesanas.
Felices con nuestro pan y desayuno del día siguiente, llegamos al cámping y tuvimos nuestra merecida ducha, que después de dos días intensos se agradece! Cenamos y cuando la peque se durmió pudimos disfrutar de un rato de calma y relax.
Una noche tranquila y al día siguiente sin muchos planes, sobre la marcha. En Lekumberri había una celebración de la vía verde y decidimos quedarnos un rato, qué pena que no llevábamos las bicis, tendremos que volver.
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La Vía Verde del Plazaola hizo que nos quedáramos con las ganas de hacerla en bici, tendremos que volver, hay recuperados más de 50 kilómetros por el trazado del primer tren que unió Pamplona con San Sebastián.
Me encantaron los textos que había en el interior del vagón que está en la estación, además como los peques estaban en el tobogán los pudimos leer tranquilamente.
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Aprovechamos que con motivo de la fiesta había un tren turístico y montamos en él, disfrutamos del paseo.
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Y sin rumbo de nuevo, cogimos la furgoneta ya en dirección hacia casa, pero con calma, haciendo paradas en distintos lugares o pueblos.
Nos acercamos a Ansó que nos encanta y como el tiempo estaba bastante lluvioso decidimos comer allí a cubierto... Uff, qué mal se come en un restaurante con una peque movida de año y medio... ¡no me acordaba! ¡De comida tranquila hubo poco!
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Callejeamos y paseamos.
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Y ahora sí que de vuelta a casa, aunque decidimos que pasábamos por los mallos de Riglos aunque sólo fuera para contemplarlos desde el coche y una parada a la panadería de Ayerbe, visita obligada si se pasa por allí.
Estupendo fin de semana... ¡hasta el siguiente!
Salir del parque, cenar y a dormir... ¡poco más!
Al día siguiente, ya recuperados, desayunamos tranquilamente y emprendimos viaje hacia la Sierra de Aralar, a Lekumberri, que habíamos mirado alguna excursión y cámping para estar allí, el Cámping Aralar.
Llegamos al cámping, que había muy poquita gente y fue muy acogedor. Me encantó una salita que tenían para bebés, con cambiador, bañeras y algunos juguetes... ¡a los dos les encantó!
Nos organizamos, sin prisa, comimos y nos fuimos hacia Iribas para hacer una pequeña excursión por la tarde. Los peques, aunque estaba super cerca se quedaron dormidos en la furgo, así que por unanimidad decidimos que nosotros también nos echábamos la siesta... ¡qué bien nos sentó!
Una vez recuperados tras una magnífica siesta, empezamos la excursión por el Sendero del nacedero del Larraun, que me la recomendó una amiga y nos encantó. Luego nos dimos cuenta de que la hicimos en el sentido inverso, pero no tuvo importancia porque es un sendero circular de unos 5 kilómetros con escaso desnivel.
El recorrido fue super tranquilo y acogedor, disfrutamos de la tranquiliad y de los colores.
Cuando llevábamos un rato Acher se empezó a cansar y buscamos un aliciente que nos duró todo el camino... ¿quién encuentra primero la siguiente baliza? Así estuvimos, buscando balizas y marcas del sendero hasta que llegamos al nacimiento del río.
En la bajada siguió con el mismo juego, pero él mismo se buscó otro... ¡charcos y barro!
La vuelta fue por una pista más ancha que aunque para mí tenía menos encanto, con los peques lo agradecimos, porque empezaban a estar cansados y siempre encontrábamos algún aliciente que les llamaba la atención.
La vuelta, entre búsqueda de balizas y charcos, se nos pasó muy rápida.
Llegamos a Lekumberri, buscamos alguna panadería abierta, sábado a las ocho menos diez de la tarde, y al final... ¡la encontramos! ¡y abierta! Y qué suerte tuvimos, llegamos a la Panadería Galburu que estaba todo riquísimo, tengo especial atracción hacia las panaderías artesanas.
Felices con nuestro pan y desayuno del día siguiente, llegamos al cámping y tuvimos nuestra merecida ducha, que después de dos días intensos se agradece! Cenamos y cuando la peque se durmió pudimos disfrutar de un rato de calma y relax.
Una noche tranquila y al día siguiente sin muchos planes, sobre la marcha. En Lekumberri había una celebración de la vía verde y decidimos quedarnos un rato, qué pena que no llevábamos las bicis, tendremos que volver.
La Vía Verde del Plazaola hizo que nos quedáramos con las ganas de hacerla en bici, tendremos que volver, hay recuperados más de 50 kilómetros por el trazado del primer tren que unió Pamplona con San Sebastián.
Me encantaron los textos que había en el interior del vagón que está en la estación, además como los peques estaban en el tobogán los pudimos leer tranquilamente.
Aprovechamos que con motivo de la fiesta había un tren turístico y montamos en él, disfrutamos del paseo.
Y sin rumbo de nuevo, cogimos la furgoneta ya en dirección hacia casa, pero con calma, haciendo paradas en distintos lugares o pueblos.
Nos acercamos a Ansó que nos encanta y como el tiempo estaba bastante lluvioso decidimos comer allí a cubierto... Uff, qué mal se come en un restaurante con una peque movida de año y medio... ¡no me acordaba! ¡De comida tranquila hubo poco!
Callejeamos y paseamos.
Y ahora sí que de vuelta a casa, aunque decidimos que pasábamos por los mallos de Riglos aunque sólo fuera para contemplarlos desde el coche y una parada a la panadería de Ayerbe, visita obligada si se pasa por allí.
Estupendo fin de semana... ¡hasta el siguiente!