Si te encuentras a tu hijo con toda la sal (perdón, nieve) tirada por el suelo tienes varias opciones, mejores y peores que no te voy a contar, seguro que te vienen muchas a la cabeza.
Yo me quedo con observarlo y disfrutar con su imaginación e incluso si tengo ganas ponerme a jugar con él.
Y eso sí, al terminar entre los dos lo recogemos (o con papá).
¿Y tú qué harías?