Al día siguiente nos fuimos a Albarracín, un lugar con encanto, para callejear.
No visitamos mucho, tendremos que volver con más calma, me gustó muchísimo.
Desde todos los lugares es precioso, tanto si miras desde la parte baja hacia arriba, como desde arriba hacia abajo.
Estos balcones enamoran a cualquiera.
Y observar los pequeños detalles.
Callejear con los ojos bien abiertos.
Para después llegar a la plaza y descansar, con amigos, tomándote unas ricas patatas bravas y unas migas. Nos recomendaron las patatas bravas del bar de la plaza, y ¡no fallaron!
Y los peques mientras disfrutaron entre ellos, aunque al llegar la comida a la mesa... ¡también se apuntaron!
Como decimos estos días en casa... ¡qué bien lo pasamos por Teruel! Para repetir.